viernes, 9 de diciembre de 2011

Alguien tendría que prohibir...las "vísperas de feriado"

El pasado domingo me arme de valor y decidí levantarme antes de medio día, algo que suele ser poco usual un domingo (y a veces algunos días de semana, también) salvo que tenga algún compromiso mañanero, léase clases o ensayos, que es el único tipo de compromiso que estoy dispuesta a cumplir a esas horas un domingo. Tras café y desayuno, me puse en marcha rumbo al mercado de Sant Antoni, a curucutear las interminables mesas de libros de todas las manos, colores, estilos y años, acompañada de mi chico que, en un acto de amor absoluto, se lanzó a la aventura sabiendo que le aguardaban horas de espera.

 En teoría, fui a ver si corría con suerte de encontrar un par de libros que necesito pero con la certeza de que seguramente saldría con algunos más, cosa que por supuesto y afortunadamente sucedió. Uno de estos hallazgos fue el libro de Isabel Coixet , cineasta nacida en Barcelona, de la que confieso no haber visto mucho pero si lo suficiente para saber que me encanta.

El libro, el primero que tomé al llegar, llamó mi atención inicialmente por su título "Alguien tendría que prohibir los domingos por la tarde", y es una selección de sus artículos publicados en el suplemento dominical de El Periódico, llamada "Mi hermosa lavandería". Al hojearlo por encima me atrajo mucho más por su estilo narrativo, que parece que tienes a la autora enfrente contándote la historia y tomando café (algo que también me ocurre con Rosa Montero) pague a la señora del puesto y seguí hurgando en las mesas por dos horas.

Ya con mi botín en mano, decidí empezar por éste libro. Se lee rápido y más bien lo estoy  masticando con calma  y como era de esperar me han gustado todas las historias que llevo hasta ahora, sin embargo quiero hacer referencia a una de ellas, por la coincidencia con un hecho reciente.  La historia se llama "Si estás muerto, ¿por qué bailas? " y en ella Coixet habla de la actualidad del cine en cuanto a espectadores se trata, el ritual del ir al cine va perdiendo terreno por diversos motivos: la gente prefiere hacer otras cosas o no tiene tiempo, o dinero, o prefiere ver pelis en casa ya sea en t.v por suscripción, o en páginas de descarga o como sea, lo cierto es que la gente no está yendo al cine de la misma manera.

Yo soy una de las que el ritual de ir al cine constituye un momento de felicidad suprema, no he sido muy amiga de ver pelis en casa (generalmente me duermo en el sofá) digo, pelis que me interesen de verdad, aunque debo confesar que he caído en la tentación de ver una que otra de la cartelera actual en alguna página de vistas on line.

Lo cierto es que me gusta ir al cine y comparto la imagen descrita por Coixet de lo que ello significa, un espacio en el que parece que el tiempo se detiene, se abre una nueva dimensión, la imagen y el sonido te envuelven y no importa el antes ni el después,  a veces, depende la la película, tardo horas en regresar a la realidad e incluso llego a desanimarme al verla tan corriente, tan mundana, tan.... real. Por esta gracia, cuando alguien propone ir al cine, me encuentro con dificultades para negarme, incluso aunque mi economía esté golpeada (como ahora).

Fue así entonces cuando el miércoles pasado, cuyo carácter de mitad de semana se acentuaba mucho más al estar entre dos días festivos en España, un amigo me propuso ir a ver una peli y yo a mi vez arrastré a mi chico, pero.... no es de la peli de lo que quiero hablar.

Resulta que, como mi economía está como está, apelo a cualquier descuento al que me sea posible acceder, y en el caso de las entradas del cine, lo hago por mi carnet de biblioteca. A sabiendas de esto, saque cuentas de dos entradas (me tocaba el turno invitar a mi pareja) y según lo que tenía en mi cartera pues, podía quedarme con algún suelto. Sin embargo, al llegar a la sala de cine, la realidad tan corriente, tan mundana y tan... real me dio un cachetón que consideré indignante:  no sólo no había descuento en la entrada, ¡sino que además era más caro! y todo por ser "víspera" de feriado, es decir, que porque el día siguiente era libre para la mayoría y podían hacer lo que quisieran esa noche, a alguien se le ocurrió que deberían poner la entrada como si se tratara del feriado en sí. Me quedé pasmada. No entendí como tampoco entiendo ahora el porqué de una decisión tan arbitraria. Opiné en voz alta mi indignación y compré las entradas....sabiendo que entraba en su juego y sin  tener ninguna salida ( sí, podría haberme ido pero...)

Recordé inmediatamente el artículo de Coixet, y eso me coloca entre dos aguas:

1. La gente no va al cine, ergo, las salas aprovechan cuando sí van para equilibrar ganancias.
2. La gente no va al cine porque las salan abusan para obtener sus ganancias.

La verdad, no se que es peor. Lo que sí se es que ninguna de las dos opciones ni favorecen, ni tienen que ver con los creadores ni mucho menos con los espectadores, al final el resultado es el mismo: la gente no va al cine. Y a los que disfrutamos y tratamos de conservar el ritual se nos hace cada vez más cuesta arriba, no tan sólo por el dinero, sino por ser tratados como pendejos, pringaos, boludos que siempre van a terminar comprando la entrada.

Al menos eso pienso YO.


















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