sábado, 23 de noviembre de 2013

Un tal Antonin Artaud


Estoy en mi casa, releyendo un libro que contiene los textos de Antonin Artaud (1923-1946) éste libro, que fue impreso en 1976 (2da edición) tiene un excelente prólogo escrito por Oscar del Barco (director de la colección dentro de la cual se publicó el libro) y en él puedo leer el siguiente párrafo: 

"La astucia del sistema consiste en actuar de tal manera que cuando sus enemigos levantan lo que creen la victoria, en realidad están levantando al mismo sistema con un nuevo rostro. Los revolucionarios pueden tomar el poder y nacionalizar la economía, pero el funcionamiento del sistema burgués (llamadas con distintos nombres sus categorías fundamentales) puede seguir funcionando sin modificaciones: subsiste la propiedad, la educación, la fábrica, el estado, la ética, el arte burgués, con la diferencia de que ahora se llaman socialistas. El "revolucionar la conciencia" de Artaud implica revolucionar este funcionamiento del sistema burgués-capitalista" 

Y es que no se puede hablar de un cambio social, hasta que no exista un cambio individual, que a su vez pasa por dejar de lado el individualismo, el bienestar propio, la opresión y el enriquecimiento. Artaud la llamaba "conciencia individual" y proponía su destrucción, para poder crear una nueva forma de civilización.

Aprender a ser más astutos que aquello que nos domina, entender que no se derriban muros construyendo otros, que no se lucha en contra, sino a favor de un mundo distinto, quizá mejor. 

Puede que Artaud haya sido muy ambicioso, muchos se conforman con llamarle "loco". Yo creo en Artaud, como un alma sensible, como un genio alucinado y poético, que podía ver a través de todo, que sabía de lo que hablaba y rompía las normas de la sociedad contra la cual luchaba, contra el modelo social que le puso una etiqueta de esquizofrenia y lo encerró durante años en un manicomio, porque sabía la verdad.

Yo amo a Antonin Artaud, y creo en su palabra de hombre mortal, su voz ahogada y sufriente, su grito en contra de lo establecido, su ira, su dolor, su palabra que llama, incesante, a la acción.

N.P



jueves, 7 de noviembre de 2013

Lo que llega a mis manos...

Me encanta que cuando estoy creando, lleguen a mis manos pedacitos de cosas que dicen mucho sobre lo que estoy haciendo en ese momento, que se van sumando e inspirando -me. Son como un guiño inesperado del universo, como para decirte "vas bien" ¿ inconsciente colectivo?, ¿serendipia?, oh, que será que será...

Lo cierto es que ahora, remontando mi texto Necro-lógica, ha llegado a mis manos este hermoso poema de Julia de Burgos, de la mano de la madre de una de mis mejores amigas de la universidad, que están pasando unos días en casa. Se llama "Dadme mi número" y es un reflejo muy nítido del personaje femenino de la obra (puedes descargar el texto  aquí) de sus pensamientos, de su grito desesperado.

Aquí lo dejo: 

Dadme mi número

 ¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman? 
¿Me han olvidado entre las yerbas, 
mis camaradas más sencillos, 
todos los muertos de la tierra? 

¿Por qué no suenan sus campanas? 
Ya para el salto estoy dispuesta. 
¿Acaso quieren más cadáveres 
de sueños muertos de inocencia? 

¿Acaso quieren más escombros 
de más goteadas primaveras, 
más ojos secos en las nubes, 
más rostro herido en las tormentas? 

¿Quieren el féretro del viento 
agazapado entre mis greñas? 
¿Quieren el ansia del arroyo, 
muerta en mi muerte de poeta? 

¿Quieren el sol desmantelado, 
ya consumido en mis arterias? 
¿Quieren la sombra de mi sombra, 
donde no quede ni una estrella? 

Casi no puedo con el mundo 
que azota entero mi conciencia? 

¡Dádme mi número! No quiero 
que hasta el amor se me desprenda? 
(Unido sueño que me sigue 
como a mis pasos va la huella.) 

¡Dádme mi número, porque si no, 
me moriré después de muerta!

La Muerte y la Doncella, Marianne Stokes (c. 1900)





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