miércoles, 5 de febrero de 2014

Venezuela devorada


He pensado mil maneras de comenzar a escribir este post. Incluso casi que he pensado no hacerlo, por temor a ser redundante, cansina, fastidiosa, políticamente incorrecta, o cualquier otro adjetivo negativo. Sin embargo no puede reprimir mis palabras ni mis dedos.

Quizá ya se ha escrito mucho sobre la situación que se vive en Venezuela, quizá muchas personas opinen que "como no estoy allí"  no sé lo que pasa o no tengo derecho a decir nada, porque soy una apátrida, una traidora, una cobarde, una egoísta y en muchos casos una enemiga,  por el simple hecho de haber decidido hacer mi vida en otro lugar del planeta. 

El problema precisamente es ese, que "no estando allí" estoy más allí que nunca. Estoy allí cuando hablo con mi madre y la conversación inevitablemente recae sobre los anaqueles vacíos de un supermercado, se une a la cola para comprar harina o leche,  espera en una oficina pública un documento por que no hay papel para imprimirlo, saca las cuentas porque el dinero no alcanza para nada, se esconde en casa porque la inseguridad espera agazapada en una esquina. 

Estoy allí cuando mi hermana busca un lugar mejor para darle calidad de vida a su hija, cuando mis amigas también recogen sus vivencias y las meten en una maleta rumbo a otra tierra. Estoy allí cuando leo las infinitas noticias sobre lo que el "presidente" y sus acólitos dicen o no dicen, cuando leo las cifras de fallecidos, cuando explota otra refinería, cuando mis ojos pasean por miles de tuits y estados del facebook llenos de desesperanza, angustia y dolor.

Estoy allí aún cuando no pueda creer que personas con las que compartí mi vida, se vendan para estar en una situación de poder y sean capaces de justificar lo injustificable en beneficio propio. Estoy allí cuando un artista se proclame "apolítico" y diciendo que el arte no conoce ideología y pase como si nada frente a la injusticia o simplemente por dinero de la noche a la mañana cambie completamente de opinión.  

Estoy allí. Quizá no físicamente, pero estoy allí. Veo desde mi ordenador y escucho desde mi teléfono cómo poco a poco el país está siendo devorado, pedazo a pedazo, cómo va desapareciendo, se va quedando sin ojos, sin orejas, sin manos. Cómo el corazón cada vez late más lento, cómo muere de miedo, de desasosiego, cómo la sangre cae a borbotones, cómo está siendo aniquilado desde dentro, por una enfermedad terrible llamada revolución bolivariana. 

No es de extrañar que su principal precursor haya muerto de la misma manera, pudriéndose poco a poco desde dentro, incapaz de poder hacer algo por sí mismo. Es curiosa ésta analogía, y nada casual. 

Creo que los venezolanos no hemos sido un pueblo que se deje oprimir tan fácilmente, pero hoy en día no sé que es lo que pasa. No encuentro la razón por la que estamos dejando que todo esto suceda. Me pregunto dónde está la oposición y qué es lo que hace para impedir que el país siga cayendo en un agujero negro. No es que sea totalmente su responsabilidad, pero está claro que se necesita una alternativa fuerte para poder luchar a partes iguales. Y si no pueden hacerlo por ellos mismos, ¿no habría que buscar ayuda? 

Casualmente ésta mañana me he topado con una frase, que creo que ha terminado de darme el impulso para escribir estas líneas , una famosa frase de la revolución francesa atribuida a Danton o a Vergniaud:

"Es de temer que la revolución, como Saturno, acabará devorando a sus propios hijos"


En el caso de Venezuela, la revolución nos ha venido comiendo de manera lenta y sistemática, año tras año, sin que podamos hacer nada, por las razón que sea. Se ha ido comiendo a sus hijos, a sus madres, padres, hermanos, amigos. Se ha comido la vida, la alegría, la esperanza, el optimismo, el respeto, la confianza, la generosidad, el altruismo, la tolerancia, la justicia, la belleza. Se ha comido la fe, la amabilidad, el sentido común, se ha comido los sueños, la inteligencia, la integridad, la ética, la moral, la tranquilidad, la paz.

La revolución, en Venezuela se ha comido al país y nos ha dejado un cascarón. Los que lo habitan buscan sobrevivir, los que lo vemos desde fuera recordamos con nostalgia cómo era ese lugar a donde quizá nunca regresemos, porque ya no existe. 

Nathalia Paolini

Saturno devorando a sus hijos.  Francisco de Goya


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