miércoles, 11 de marzo de 2015

Dejar que lo nuevo crezca

Desde hace un tiempo, me propuse a tener plantas en casa. Al principio quería tenerlas en la terraza, un montón de plantas, contando con que tengo una terraza que  es casi más grande que mi piso, pues lo que quería era un bosque. 

Mis intenciones se vieron truncadas cuando mi lindo gato Bruno empezó a hacer sus cositas sobre la única planta que tenía, así que la monté en un techito que hay en una parte de la terraza y opté por tener plantas de interior.

Ahora tengo varias, las he visto crecer, he aprendido a nutrirlas, a cambiarles la tierra, a acordarme de echarles agua. Debo decir que mi relación con las plantas se reducía a cactus, e incluso, unos cuantos cactus se murieron bajo mis "cuidados".

Sin embargo, me propuse aprender y cuidar de ellas. Y me encanta. He dejado atrás la creencia que tenía de que "yo no era buena con las plantas". No es que ahora sea una experta, pero soy capaz de mantenerlas y evitar que se mueran. Incluso he recatado una que han tirado a la calle, le cambié de maceta y le aboné un poco la tierra, a ver cómo resulta. La verdad no es nada complicado, sólo requiere atención y cariño.

Una plantita que me tenía muy frustrada, era un tallo de bambú. Yo quería un tallo enorme, como tantas veces los he visto en las casas de algunos amigos.  Y me compré uno que si, fue creciendo, pero de repente empezó a ponerse amarillo y a podrirse progresivamente. Investigué qué podía hacer, le quité la parte amarilla y cerré el tallo con parafina. Esperé un tiempo. Nada, seguía muriendo.

No obstante, a medida que el tallo moría, iba naciendo desde la raíz un retoño. Apuntando hacia arriba, hacia el cuello de la botella donde lo tengo. Abajo ya se había formado todo un ecosistema de raíces, moho y las piedritas que le había puesto, como los que se forman en los ríos.

Llegó el momento entonces de cortar del todo el tallo viejo, ya completamente amarillo y blando, salvo en la base. Lo corté y me dije " a ver que pasa" , con cierto temor a que el retoño también muriera. ¡Pero no ha sido así! el retoño de mi tallo de bambú ha seguido creciendo. ¡Una hoja delgada y verde está a punto de asomar por el cuello de la botella! 

Inmediatamente pienso en lo maravilloso de la naturaleza que sigue su curso. Un pequeño milagro en mi casa  que me deja una reflexión:

"A veces no hay que hacer nada más que quitar lo viejo para que lo nuevo crezca" 




Algo que aplicado a mi vida me da nuevas perspectivas. Ahora que estoy en un momento donde las cosas van sucediendo poco a poco, pero van sucediendo, como el retoño de bambú que no tiene prisa en crecer, pero no para de hacerlo. Sólo he de quitarme de encima lo viejo: las viejas creencias, los viejos miedos, la vieja inseguridad, la vieja desconfianza, la vieja exigencia hacia mí misma, la vieja lucha en contra del tiempo.

 Dejarme crecer, dejar espacio para que lo nuevo se vaya abriendo camino, dejar que ése camino siga su curso, abandonar la lucha, para disfrutar de la experiencia, saber que cuando una parte muere, otra renace con ímpetu, hacia la luz.

Nathalia Paolini








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