lunes, 18 de mayo de 2015

Descubrir el mundo o ya todo está inventado?

Hoy en día no es raro ver por todas partes diversos anuncios que afirman enseñarte hacer cualquier cosa. Las redes sociales y en general el mundo 2.0 ha generado un sin fin de expertos sobre algo que siempre pueden enseñarte a hacer lo que ellos y ellas saben hacer.

Hay expertos para todo y de pronto todos son (mos) expertos en algo: cocina, marketing, fitness, alimentación, fotografía, escritura, redes sociales, plantas, animales, ventas, diseño, emprendeduría, comunicación, crecimiento personal, creatividad, manualidades, viajes, ocio, gastronomía, arte, etc. me quedo corta, la lista es interminable.

Y la verdad es que todo es está muy bien, compartir el conocimiento, aprender de alguien que sabe más que nosotros sobre un tema determinado, sin importar que no vivamos en el mismo país o incluso que hablemos el mismo idioma.

Sin embargo, a veces tengo ataques de nostalgia por descubrir algo y creer que he logrado lo que nadie antes ha logrado. Como dice un dicho popular "descubrir el agua tibia".

Yo soy de las últimas generaciones que no creció con internet. Que para investigar para un trabajo tenía que ir a las bibliotecas, que no sabía mucho de lo que pasaba al otro lado del mundo si no lo daban en las noticias, que escribía los trabajos a mano o a máquina de escribir ( primero manual, después eléctrica), que no sabía lo que era un sms ni mucho menos un whatssap, que tuvimos nuestra primera dirección de email por allí en 1998, que no sabía que pasaría en el 2000.

Un mundo donde al parecer los expertos estaban cada uno en lo suyo y sólo podían compartirlo con quienes estuvieran a su lado, de ahí la figura del "Maestr@" como un@ super expert@ en su campo que tenía unos aprendices a los que transmitía su conocimiento y éstos iban aprendiendo poco a poco, también en el hacer, en el ensayo y error, hasta encontrar una manera particular de realizar un trabajo, un resultado que podía llegar después de muchos años, un descubrimiento que los hacía crecer en lo que fuere que hicieran.

Y es que aunque el mundo virtual nos ha dado mucho y el acceso a la información es inmediato, la verdad es que hemos tenido que pagar un precio, puede que alto. Hemos perdido la capacidad de descubrir, o al menos de creer que estamos descubriendo algo. 

De pronto tenemos una idea brillante y lo primero que hacemos en googlearla, para encontrar que a una o a muchas personas ya se les ha ocurrido. Es normal claro, pero antes de la expertonitis explosiva de los últimos tiempos, no lo sabíamos.

Me viene a la memoria aquel vídeo de la niña que descubre la lluvia por primera vez.  Su emoción y su alegría, absolutamente maravillada por el agua que cae del cielo.  Muchos  la vimos en internet, por supuesto ¿No sería grandioso volver a sentir eso? en la casa, en el trabajo.

Volver a despertar la curiosidad de inventar algo sin buscarlo en internet, inventar una receta, encontrar una "nueva forma" de hacer lo que hacemos siempre,o hacer algo distinto sin que un experto nos diga el cómo.

Descubrir nuestra propia manera, aunque seguramente  también sea la manera de otra persona, pero quedarnos con la inocente creencia de que somos únicos. Quizá ésto nos motive a hacer nuestro trabajo con más entusiasmo, a disfrutar un poco más del inventar y aprender por el camino en lugar de esperar que un señor o señora nos diga cómo hacerlo. Que quizá sea más rápido, pero puede que no sea tan divertido.

Y no deja de ser irónico que para decir ésto utilice la tecnología 2.0. Si no...¿cómo podría decirlo? 




lunes, 4 de mayo de 2015

Entre la "mujer ficticia" y la "mujer real"... Qué mujer hay?

Ayer fue el día de la madre en España. El FB pululaba de mensajes a las mejores madres del mundo y a las mujeres más valientes del universo. Yo abrí dos de éstos artículos que me llamaron la atención, ambos relacionados con la maternidad, claro. 

El primero, que  me ha hecho reflexionar sobre lo que quiero escribir el éste post, se llama 10 retratos de una maternidad salvaje y se trata, como su título indica, de 10 fotos de mujeres y sus cuerpos post parto, cuerpos de madre de abdomen surcado por estrías y cicatrices. 10 imágenes subrayadas por frases como: 

"Mira todas estas marcas. Mira cómo dibujan una historia tierna y perfecta. Una historia sobre el amor y sobre el futuro. Una eternidad" , "Dejaron entonces crecer sus heridas, sus estrías, sus enormes cicatrices. Las dejaron crecer como quien deja a un pájaro en libertad", "Salvaje, como sinónimo de natural. Natural, como sinónimo de gran belleza"

¡Genial!, una aceptación  total del propio cuerpo. De lo hermoso de haber llevado una vida dentro y de aceptar en el cuerpo de ahora, las huellas milagrosas de la maternidad. Imágenes poderosas de lo que se ha llamado en los últimos tiempos "mujeres reales" aludiendo al hecho de que el prototipo de mujer delgada, sin estrías, marcas, celulitis o gorditos aquí y allá, es sólo producto del photoshop, de la obsesión enfermiza por la delgadez , un invento del marketing , una ilusión óptica, una mentira. 

¡Y claro que lo es! sin embargo el prototipo de la "mujer real" que viene ganando fuerza, gracias también al marketing, es igualmente peligroso. La mujer real se define entonces como la mujer al natural, sin maquillaje, sin "retoques", sin ocultar las perfectas imperfecciones de su cuerpo. Y también casi siempre el término "mujer real" se relaciona con mujeres de complexión gruesa, o con mujeres como las del foto reportaje que mencioné arriba, lo que sigue dejando un margen abismal de mujeres reales que  son delgadas o atléticas,  que les gusta cuidar su cuerpo y estar saludables , ya sean madres o no. 

También el término "Mujer real" sirve de tapadera para una gran cantidad de mujeres que deciden dejar de cuidarse a sí mismas, abrazan el sobrepeso, no por complexión sino por gula, dejan de arreglarse mínimamente, no por comodidad sino por pereza, dejan de mimar su cuerpo porque "todos los productos que venden son para sacar dinero", dejan de hacer ejercicio, es decir, se dejan de querer a sí mismas aunque están realmente convencidas de que se aceptan como son. El marketing puede convencernos de cualquier cosa.

A éstas alturas yo me pregunto: ¿Para ser una mujer real hay que abandonar todo tipo de cuidado personal? ¿O se trata de aceptar lo que tienes sin dejar de cuidarte por ello? ¿Está mal querer mejorar físicamente? ¿Una mujer "en forma" no es una mujer real?

Existe una línea muy fina en ambos sentidos que hay que tener cuidado de no traspasar. 

Por un lado está la obsesión por la belleza, reforzada por la baja autoestima y la necesidad de gustar a los demás.

Por otro lado está la obsesión por lo natural, reforzada por una baja autoestima y la necesidad de que los demás nos acepten como somos.

Y vuelvo a preguntar: ¿Acaso no es mejor cuidarnos, llevar un estilo de vida saludable, gustarnos y ser aceptadas por nosotras mismas?  ¿Entre una talla 36 y una 44, qué es más "real"? ¿Porqué nos seguimos definiendo por el peso en lugar de definirnos por nuestra propia salud? 

Para mí ésta es la clave; más allá de los abdominales, la celulitis, las estrías, la edad o la maternidad. Si de verdad queremos nuestro cuerpo, ¿porqué no cuidarlo?. La necesidad de responder a patrones marcados desde fuera nos gana la partida y generalmente éstos patrones nos encasillan y nos dejan sin opciones. O blanco o negro.

Y es que en la pelea entre "Mujer Ficticia vs. la Mujer Real", quien sale perdiendo es la Mujer. Una vez más somos incapaces renunciar a las etiquetas y plantar un punto medio. 

Particularmente yo, soy delgada por complexión, de poco pecho, con grasita aquí y allá. Me gusta verme bien, sentirme ágil y con fuerza, me gusta comer sano, aunque me encantan las pizzas, la hamburguesas y el chocolate. Trato de buscar opciones para mi apetito de dulces y me hago postres bajos en grasa y azúcares, hago ejercicio y trato de ser constante. Busco un equilibrio entre verme bien, gustarme, estar saludable y disfrutar de comer y beber cosas que me gustan. Cuido mi piel, tomo agua, no fumo y duermo todo lo que puedo.




Foto: Ani Méndez





Yo no soy una mujer ficticia, pero tampoco quiero ser una mujer real. Prefiero ser simplemente una mujer, de la manera que YO lo decida. 

N.P












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